El ser humano necesita descansar. La persona más activa del mundo o la más trabajadora requiere de tiempo y lugar para reponerse. Pero ¿acaso descansamos bién? Cada vez somos más conscientes de la importancia del
El ser humano necesita descansar. La persona más activa del mundo o la más trabajadora requiere de tiempo y lugar para reponerse.
Pero ¿acaso descansamos bién?
Cada vez somos más conscientes de la importancia del descanso para reparar nuestro cerebro. Hoy en día se conoce que mientras dormimos, si conseguimos alcanzar estados profundos de sueño, las conexiones neuronales se regeneran. Se han clasificado las ondas que se registran en la actividad cerebral en cinco tipos, según su velocidad. Estas aparecen en función de la tarea que estemos realizando en partes específicas del cerebro condicionado al momento, las emociones o la percepción. Los expertos las han clasificado en ondas alfa, beta, delta, theta y gamma. Muchos estudios existen detrás de lo que implica la activación de cada una de estos tipos de onda, según la actividad o el estado de la persona.
También se sabe que el problema, hasta ahora, ha sido que el ritmo de vida, las preocupaciones y las tensiones diarias a menudo nos han deteriorado la calidad del descanso, pasando a ser en muchos casos ligero o con microdespertares.
Relajarse significa descansar
El sueño no siempre es reparador. El músculo en tensión provoca una acumulación de ácido láctico que termina por endurecerlo. Esto puede hacer que se dañen los huesos de las cervicales. El agotamiento físico produce falta de claridad mental o una bajada del estado de ánimo, a menudo se traduce en un tono de mal humor.
La falta de un descanso reparador es más grave de lo que parece…
La salud nos va en ello. Cuando se duerme sin descansar pueden aparecer síntomas como la falta de concentración, el nerviosismo, la sensación de que no se avanza lo suficiente en cualquier tarea que se esté llevando a cabo, es como si se tuviera la sensación de que el día no rinde como debería. Esto alimenta en muchos casos la frustración y el sentimiento de culpabilidad aparece, dando lugar a desequilibrios en centros energéticos que pueden desencadenar dolencias como los problemas de estómago, la ansiedad, las fobias, los pensamientos obsesivos, los trastornos cardiacos, etc.
La pauta que se ha solido repetir ha sido la de buscar soluciones para el alivio de estos síntomas, a veces con somníferos u otros fármacos que rara vez apuntan al problema de raíz. Generalmente actúan como un parche que intenta sostener cierto equilibrio del cuerpo pero como no elimina la causa, estos remedios actúan como puntales haciendo la función de paliativos en un entorno dañino para el cuerpo pues, sí que sostienen a la persona, pero su calidad de vida sigue mermada.
Se ha aconsejado que para recargar el cuerpo, se realicen ciclos que descansen a la mente, al cuerpo o a las emociones.
Esto implica cambiar de actividad cuando se ha estado por un largo período de tiempo realizando alguna tarea que haya podido dejarnos exhaustos, por ejemplo, a nivel mental. Así pues, las mejores actividades para relajarnos no siempre coinciden para todo el mundo. El empresario que ha estado todo el día atendiendo llamadas, clientes, proveedores o haciendo un trabajo muy intelectual, suele requerir cuando acaba la jornada laboral realizar una actividad que implique el cese de actividad mental. El cambio de patrón lo suele agradecer con alguna tarea que incluya ejercicio físico, como correr, ir al gimnasio, hacer bricolaje o jardinería. Pero estas tareas le relajarían si consigue desconectar. De nada o poco le serviría irse a hacer pesas pensando en cómo obtener la solución a un conflicto que ha tenido en su jornada laboral. Incluso los quehaceres del hogar como limpiar o ordenar pueden liberarle tensiones en la mente.
Se han dado casos de personas que reconocen que cuando ponen una lavadora, barren o friegan los platos a veces les vienen ideas que son soluciones a alguna situación bloqueada en su mente. No olvidemos que el uso de las manos son parte de nuestra evolución.
Los expertos en genética han reconocido que el movimiento de la pinza con el pulgar y el dedo índice fue crucial para la evolución del intelecto de nuestra especie. Se supone que se activan en nuestra memoria inconsciente mecanismos o caminos que nos revelan soluciones cuando hacemos uso del movimiento en el cuerpo físico.
Por el contrario, la persona que ocupa gran parte de su tiempo moviéndose físicamente, podrá agradecer cuando llegue a casa disponer de momentos de silencio para leer o sentarse en un sofa y poder reflexionar en calma si no ha tenido tiempo de hacerlo durante el día.